Alzar el vuelo siempre viene con el riesgo de abrazar el suelo y comer tierra en el proceso. En algunos instantes navegamos entre las nubes, pero en un abrir y cerrar de ojos experimentamos lo que se siente el azotar el piso sin frenos.
En la vida, las dificultades son inevitables, pero el deseo de levantarse con todo y heridas tras cada caída, es lo que a futuro nos fortalecerá.
Esa habilidad de buscar ese pequeño espacio entre los escombros y resurgir. Entendiendo que, aunque se pierde, siempre se puede ganar, siempre y cuando no nos demos por vencidos.
La adversidad se resiste sin traicionar nuestros principios, porque son precisamente las raíces que se mantienen en el suelo, las que sustentan el alma expuesta a la vida.
Cuando todo parece perdido, la determinación nos permite resurgir. Nunca subestimes el poder de no rendirte. La luz logra pasar por toda puerta cerrada, aún por los más pequeños orificios, simplemente para recordarnos que, del otro lado de lo imposible, espera un lienzo y un pincel por un artista.
